Nuestra madre tierra está enferma. Quizá no lo sepas o lo estés ignorando, pero la madre tierra no está bien, está sufriendo y, lamentablemente, somos nosotros, sus hijos, quienes le causamos todos sus males.
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad ha dependido de la naturaleza, tanto para comer de sus frutos, para respirar de su aire y beber de sus aguas. Millones de civilizaciones han sobrevivido gracias a la naturaleza. Ahora, en nombre de la evolución y el desarrollo, hemos sumido al caos al mundo natural. Estamos envenenando nuestro planeta contaminando sus áreas a más no poder, llevando a la aniquilación de especies y ecosistemas, causando desestabilización en el clima con las emisiones constantes de gases de efecto invernadero. Y cada año esto se multiplica más y más debido a la sobrepoblación.
¿No nos damos cuenta?
Nuestras acciones perjudican a la naturaleza. Perjudican a la humanidad. No nos damos cuenta, pero estamos poniendo en peligro la producción de alimentos, contaminando el aire y los océanos, estamos construyendo un medio ambiente más peligroso para nuestra convivencia. Estamos frenando nuestro desarrollo.
¿Qué podemos hacer?
La evolución y el desarrollo de la humanidad no debe ser un pretexto, un motivo por el cual tenemos esa potestad de destruir todo a nuestro paso. Cuando los recursos se terminen, ¿Qué se podrá hacer?. Te has puesto a pensar qué ocurrirá cuando abras la llave de tu caño y no caiga una sola gota de agua, o cuando no encuentres alimentos para tu subsistencia y la de tu familia. Tendrás que movilizarte en la búsqueda de agua, aire y alimentos aptos para el consumo, y quizá no sea fácil de encontrar. Reflexionemos un poco y evitemos un escenario así. Estamos a tiempo y aún podemos remediar lo que estamos causando.
Deja de lado el consumismo. Solo compra lo que necesites y trata de reutilizar cada objeto o cada material que adquieras. Busca adaptarte a una economía circular.
Intenta usar menos combustible en el transporte para reducir las emisiones de CO2. Eso se logra utilizando medios adaptados con combustible renovable o ecoamigable, como los buses de transporte público, el metro o el tren eléctrico. Las bicicletas son una excelente opción para transportarse en tramos cortos.
Reduce tu consumo de carne. Está comprobado que la ganadería emite grandes cantidades de metano a la atmósfera, que es un gas de efecto invernadero más contaminante que el CO2.
Apaga las luces que no usas, o desenchufa los artefactos que no utilices. Así ahorrarás energía.
No malgastes el agua, mide su uso y consumo y busca evitar el desperdicio.
Y trata de sembrar un árbol. La forestación es una gran alternativa que ayudará a la madre tierra a descontaminarse.
Protestar si es necesario
Con el afán de proteger a la naturaleza, es más que justificable alzar nuestra voz de protesta, en especial cuando somos testigos de injustas acciones que afecten el medio ambiente. Un ejemplo claro es la exigencia de la derogatoria de la Ley 31973, también conocida como la Ley Antiforestal, aprobada el 10 de enero del 2024, que modifica la Ley Forestal y de Fauna Silvestre que vulnera los derechos y legitima la deforestación y degradación de los bosques y pone en riesgo los medios de vida de las familias agricultoras. En la practica, esta modificatoria daría paso a la deforestación de bosques amazónicos sin ninguna regulación.
Mucho por hacer.
No basta con reuniones o encuentros internacionales donde redactan acuerdos y propósitos sobre el medio ambiente. Hay que actuar más y hablar menos. Debemos recordar que la Madre Tierra desempeña un papel crucial en el desarrollo futuro, ya que en ella se encuentra nuestro sustento. Hay que pensar y actuar en torno al desarrollo sustentable como la vía para abatir la pobreza e inequidades sociales, pero además reflexionar en la certeza de heredar en mejores condiciones esta madre tierra, a la que hemos dejado de venerar y cuidar como hacían nuestros antepasados.
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